Reformas legales, bienvenidas

Ruiz-Gallardón, la mayúscula sorpresa

La semana política se abrió con la comparecencia en sede parlamentaria del ministro de Justicia. Lo que nadie esperaba es que, junto al cambio en la elección del CGPJ -que había adelantado la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría el viernes anterior y que vuelve a lo que mandan la letra y el espíritu de la Constitución-, el ex alcalde madrileño planteara un ambicioso plan de modernización de la totalidad de la Administración de Justicia, partiendo de su despolitización y la modernización de códigos como el Mercantil, intocados desde hace un siglo.

Que la politización quedaría herida de muerte lo demostró la reacción de la Izquierda y los nacionalistas, que saltaron como panteras. Sólo UPyD apoyó a Alberto Ruiz-Gallardón y criticó a quienes pretender elegir jueces y dictar sentencias en el Parlamento.

Tan sorprendente como la amplitud y profundidad de las reformas -desde la Ley del Aborto al tratamiento judicial de los menores, entre otras- es la identidad del reformador, caracterizado por su escaso apego por la Libertad y su seguidismo del PRISOE. Pero sus reformas son dignas de apoyo, porque la Justicia es la Justicia, defiéndala Agamenón o Gallardón.

'In dubio pro reo'

La primera absolución de Camps

Un jurado popular, por cinco votos contra cuatro, declaró «no culpable» al ex presidente valenciano Francisco Camps por el célebre caso de los trajes que presuntamente le regalaron los pájaros de la bandada gurteliana. En rigor, lo que decidió el jurado es que no había pruebas suficientes para acreditar que los de Gurtel le regalaron los dichosos trajes, aunque tampoco las había de que Camps los hubiera pagado, así que, ante lo que en los USA llaman una duda razonable y en latín in dubio pro reo, lo absolvieron.

La alegría de Camps y una parte del PP era lógica y estaba en consonancia con la campaña del PSOE y medios anejos contra lo que creyeron baluarte esencial del PP en Valencia, cuya caída les permitiría recuperar el Poder. Fracasaron en las elecciones regionales y han fracasado ahora. La parte del PP que se alegró menos con la sentencia temía que Camps quisiera volver a ocupar la presidencia de la Generalidad que, tras ser imputado, Rajoy le obligó a ceder a Alberto Fabra. Temor infundado, porque en pocas semanas Camps debe afrontar tres nuevos juicios. El más escandaloso, el de Urdangarin.

Una cifra de paro diabólica

Legado laboral del Gobierno socialista

La última EPA aparecida el viernes ha certificado lo que se temía: el paro registrado en España a 31 de diciembre de 2011 alcanza los cinco millones doscientos setenta mil personas, que más que cifra es maldición diabólica.

Un millón y medio de familias españolas no tienen en estos momentos ningún ingreso laboral, con lo que la pobreza alcanza niveles desconocidos desde la inmediata posguerra. Añádanse a esta ruina del mercado de trabajo sin precedentes históricos, el déficit disparatado, el colapso del sector financiero y la semiquiebra del Estado, en especial por su flanco autonómico, y se tendrá un visión terrorífica del legado económico del último Gobierno socialista que ha padecido España, con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza.

Han pasado menos de cuatro años desde que Zapatero, con esa sonrisa suya de «optimista antropológico» a lo Forrest Gump, proclamaba en las vallas electorales su programa en el área laboral: «Por el pleno empleo». Lo cierto es que ha legado casi el pleno paro. Y que España, incluso si el Gobierno del Partido Popular lo hace bien -de momento, no hace nada- tardará años en recuperarse.

Blanco, agencia de colocación

Pepiño, campeón; y el testaferro, colocado

Poco antes de tener que ir a la fuerza, el ex-ministro de Fomento José Blanco acudió voluntariamente a declarar ante el Supremo por el caso Campeón, del que se desprenden severísimos indicios de tráfico de influencias, prevaricación y cohecho. El popularmente conocido como Pepiño no estuvo muy brillante al justificar sus ayudas a empresarios amigos por la «creación de puestos de trabajo», que seguramente hubieran podido crear otros empresarios aunque no fueran amigos de Blanco.

Pero tras la revelación de sus tratos laborales en las gasolineras, lo peor para Blanco ha sido la publicación en EL MUNDO de un dato que puede ser decisivo: la identidad de un presunto testaferro del político lucense. Se trataría de Luis Vilariño, cuya empresa Antalsis era conocida como la milagrosa tras pasar de 1,5 millones de euros de facturación a más de 56 millones gracias a su fortuna en las concesiones de obra pública, siempre con Blanco en el Gobierno y, en la última legislatura, de ministro de Fomento. Además de Jorge Dorribo, lo ha reconocido un íntimo amigo de Pepiño, que no barrunta nada bueno.